Unión Europea: No, No, No

por Óscar Elía Mañú, 28 de junio de 2016

"The President of the Commission, Mr. Delors, said at a press conference the other day that he wanted the European Parliament to be the democratic body of the Community, he wanted the Commission to be the Executive and he wanted the Council of Ministers to be the Senate. No, No, No."

 
Las famosas palabras de Thatcher en la Cámara de los Comunes traducían en 1990 la posición británica ante la pretensión, encarnada en Delors, de una Europa federal pivotando sobre el eje francoalemán. A su vez, la posición política remitía a la tradicional posición histórica de Reino Unido hacia la Europa continental. La unidad europea -que no la Unión Europea que es sólo su última versión histórica- se basa en dos delicados equilibrios: el equilibrio entre las grandes naciones continentales, entre Berlín y París; y el equilibrio entre éstos y Londres. La Europa prospera y pacífica avanza únicamente cuando este equilibrio se mantiene y las partes se sienten cómodas.
 
En la última década, este delicado equilibrio ha saltado por los aires, y no ciertamente por parte de Reino Unido. Las guerras de Libia, Siria y Ucrania han mostrado que la PESC lejos de ser un instrumento útil, genera parálisis y ata las manos de los Estados miembros en cuestiones esenciales como la Defensa: Francia a Bélgica o Italia actúan por sí mismos ante el recelo comunitario.  La crisis económica ha mostrado las diferencias entre países, que Bruselas ha tratado de solventar con mayor intervención y mayor centralización fiscal y monetaria. La crisis migratoria, en fin, se ha saldado con un intento por parte de la Unión Europea por gestionar directamente la crisis creada en las fronteras de Hungría, Austria o Eslovenia, amenazando a sus gobiernos, presionándoles y entorpeciendo sus medidas de protección.
 
La UE no sólo es incapaz de asumir funciones de los Estados: les está impidiendo llevarlas a cabo por sí mismos. Como efecto rebote, los diferentes países están volviendo a renacionalizar cuestiones básicas, como la defensa o el control de fronteras, provocando las iras de los UEadictos, que buscan un populismo en cada problema y proponen una huída hacia adelante, con más competencias en manos de Bruselas. Al fracaso de la UE  en la última década, y los procesos de renacionalización en marcha, se une un tercer fenómeno: los intentos de Alemania y Francia por mantener el equilibrio europeo reforzando su liderazgo sobre los demás países.
 
Demasiado para Reino Unido. Y no sólo. El afán de la Unión Europea por arrancar competencias a los Estados e inmiscuirse en su libertad y soberanía no sólo no está solucionando problemas; los está creando. Con Praga, con Varsovia, con Budapest. Y con Londres. La pretensión comunitaria de solucionar problemas arrebatando más competencias a los Estados miembros y clamando por una mítica “ciudadanía europea”, no sólo no va a ninguna parte: está rompiendo los equilibrios europeos básicos, en los que tradicionalmente se ha integrado Londres, y que se han respetado desde la Europa continental.
 
No ha sido Reino Unido el que ha cambiado de opinión respecto a la Unión Europea. Ha sido la evolución de la Europa Comunitaria en la última década la que merece, un cuarto de siglo después un nuevo "No, No, No"