Venezuela: Chávez pedalea para mantener la bicicleta en pie
por Pedro Fernández Barbadillo, 15 de enero de 2010
Quien definió la revolución como una bicicleta que si se detiene se cae, enunció una gran verdad. Los revolucionarios deben mantener siempre a la gente ensimismada con la marcha hacia un mañana radiante, hacia el hombre nuevo, hacia la sociedad sin clases o hacia el socialismo del siglo XXI. Si se parasen, sus victimas se darían cuenta de que se están moviendo entre aldeas Potemkin o entre alambradas.
El dictador de Venezuela, Hugo Chávez, acaba de aplicar una medida causada por la necesidad de mantenerse encima de su bicicleta: la devaluación del bolívar, pero no de cualquier bolívar, sino del bolívar fuerte que había fundado en 2008. En dos años, su criatura ha muerto de inanición, devorado por la inflación más alta del continente. La arbitrariedad gubernamental empeora aún más la pérdida de valor de la moneda nacional: se han establecido dos cotizaciones en función de los productos. Es decir, más gasto, más burocracia y más inseguridad: los incumplidores pueden acabar en la cárcel.
Dos factores han hecho de los venezolanos uno de los pueblos más orgullosos del mundo: ser la patria de Simón Bolívar y su condición de exportador de petróleo (el país llegó a ser el primer vendedor mundial entre 1930 y 1970). El linaje y los dólares, más la pésima conducta de docenas de gobernantes -ya militares, ya civiles, ya democristianos, ya socialistas-, han convencido a muchos venezolanos de que el Estado tenía que satisfacer no sólo sus necesidades, sino, además, sus caprichos. Como si viviesen en esa gasolinera que es Kuwait. Para Venezuela, el petróleo ha sido una maldición, pues ha permitido derroches y corrupciones impensables en otras condiciones.
Chávez ha regado su revolución con chorros de petróleo y de dólares. Regalaba suministro de barriles a todos los gobernantes de Iberoamérica que se asociaban a su ALBA (Alianza Bolivariana de las Américas) y se lo cancelaba cuando se retiraban de ella, como fue el caso de Honduras después de la deposición de Manuel Zelaya. Caracas ha llegado a enviar durante los tres últimos años carburante por valor de 100 millones a pobres de Estados Unidos, un programa que gestionaba un hijo de Robert Kennedy. Los altísimos ingresos que le ha proporcionado el petróleo no los ha usado Chávez en desarrollar el país, sino en aumentar el clientelismo, manteniendo la práctica tan nefasta como inútil de los subsidios, heredada de gobiernos anteriores. ¿Cómo se justifica que Venezuela tenga la gasolina más barata del mundo, regale gasóleo y, a la vez, haya restricciones del suministro eléctrico en Caracas?
Desde luego, Chávez tiene un plan: pasar a la historia como un personaje más grande que Bolívar y convertir a su república en una potencia de ámbito mundial. Para perpetuarse en el poder, su ideología socialista y militarista le lleva a tratar de controlar toda la sociedad. Es cierto que en Venezuela hay mucha menos libertad que en Chile o Uruguay, pero hay más que en Cuba. Todavía existen partidos distintos del suyo y medios de comunicación contrarios al discurso oficial; la Iglesia se atreve a hablar en contra de él y los ciudadanos salen a las calles a manifestarse en su contra. El régimen populista, de asamblea permanente que ha instaurado con su nueva Constitución, obliga a Chávez a ganar elección tras elección, y en septiembre de este año se celebrarán unas nuevas elecciones parlamentarias. He aquí la causa de la devaluación: tener más bolívares para gastar.
Hasta ahora la torpeza y la incompetencia de los chavistas, con el ejemplo de las extravagancias de su prócer, ha impedido la construcción de un régimen similar el castrista. El Estado ha cambiado la hora oficial y ha prohibido la venta de videojuegos con la excusa de disminuir la violencia en un país más peligroso que Irak o Afganistán. Pero, ocupados los dirigentes políticos en servir a la revolución, el país se desmorona. Hay desabastecimiento de alimentos básicos como la harina, el aceite, la pasta y el arroz. La caída de la producción industrial ha hecho que Venezuela deba gastar una parte creciente de sus dólares en comprar los bienes desaparecidos del mercado nacional. La delincuencia puede matar a 60 personas un fin de semana en Caracas. El despido del personal de la empresa petrolera PDVSA no afecto al chavismo, la falta de inversiones y la supeditación de su accionar a la conveniencia del dictador han reducido la extracción de crudo y, en consecuencia, la entrada de divisas. El gasto en material militar, desde fusiles a tanques y helicópteros, ha convertido a Venezuela en el 18º comprador del mundo en 2004-2008. Ha surgido un mercado negro que abarca desde productos de lujo para la oligarquía bolivariana a jabón para las clases bajas. Y así podríamos seguir durante páginas?
La devaluación marca el comienzo de un año que se prevé negro para la revolución roja de Chávez. Y si éste no contase con compañeros de viaje en el extranjero, como los camaradas españoles, quizás su fin se encontraría cercano.