VOX o la gran sorpresa

por Rafael L. Bardají, 15 de octubre de 2018

¡Diez mil, diez mil! Abascal ha llenado Vistalegre. Vox, un pequeño partido sin representación parlamentaria, sin apenas dinero, condenado al ostracismo por los grandes medios de comunicación, atrae a más gente que Pablemos y Ciudadanos en el mismo emplazamiento. ¿Pero cómo es posible? Creo que esa ha sido toda la reflexión, si es que se puede llamar así, que ha sacudido a todas las redacciones. Pero se vuelven a equivocar de pregunta, una vez más.

El gran pensador Aristóteles decía que una piedra lanzada con fuerza al aire, caía atraída por el amor de madre de la tierra.  A él le valía la explicación, pero la piedra no caía por amor alguno. Pasaron siglos hasta que Newton formulara la Ley de la gravedad. Que me perdonen los periodistas españoles, pero una buena parte de ellos se han quedado en Aristóteles. Nada que ver con la realidad. Y es imposible dar con una explicación si no se entiende el fenómeno que se quiere explicar. De ahí que del asombro se haya pasado sin pausa a la descalificación como único arma frente a algo que no saben ni definir ni encontrar sentido. A saber, que puede muy bien darse una alternativa política conservadora sin ser franquista, ni facha, ni melancólica de tiempos pasados; que puede muy bien que el español de sentido común, tal vez más Sancho Panza que hidalgo caballero, se haya hartado de un sistema construido mentira sobre mentira y orientado a sostener los privilegios de unas elites que sólo se representan a ellas mismas, sean de izquierdas o derechas.

En los Estados Unidos, donde nos llevan algo de adelanto en esto, se ha resucitado la famosa frase del gran jugador de béisbol Yogi Berra, quien preguntado sobre su pronostico para un partido soltó aquello de “hacer predicciones es muy difícil, particularmente sobre el futuro”.  Sólo algún periodista de la Fox ha entonado el mea culpa y ha intentado explicar cómo es posible que todos, todos, todos los medios, periódicos, radios y televisiones, creyeran inviable la victoria de Donald Trump y dónde fallaron para estar tan ciegos ante una realidad que se les ha venido encima.

Hay muchas explicaciones a mano y que pueden muy bien dar sentido a lo que Vox está logrando en España. La primera, es el profundo rechazo a la cultura y hábitos de lo políticamente correcto. Y lo que ha sido “correcto” desde la transición es que la derecha española debe someterse siempre a la izquierda, la única legitimada para acometer cualquier cambio. Si la derecha española realizaba auténticas proezas en lo económico, siempre era en aras de una mejor gestión y una mayor eficiencia. Y en todo caso, para lograr esa ansiada equiparación con Europa. Nunca por la política y mucho menos por una política española. El orgullo de ser español se veía como algo cavernario y lo único legítimo era ser europeos.

Pues bien, como Vistalegre nos ha hecho ver de sopetón, hay muchos españoles que sí se sienten orgullosos y contentos de serlo, que no se avergüenzan de su patria y que están dispuestos a defenderla con todos los medios que la ley vigente permite. Que son muchos como hemos podido ver desde que Vox iniciase sus querellas contra los golpista catalanes o, más recientemente, contra el actual inquilino de La Moncloa por el maloliente asunto de su tesis.

Abascal ha acusado de cobarde al PP. Y tiene motivos para hacerlo. Por ejemplo, frente a unos presupuestos dignos de Maduro, al PP sólo se le ocurre poner sus esperanzas en Bruselas para enmendarlos, ni una palabra sobre movilizar a los suyos para resistir una verdadera agresión anticapitalista y antidemocrática. Muy “rajoyesco” eso del que protesten otros. El nuevo PP nace tan domesticado como el viejo PP.

Una segunda razón para lo que está pasando es la revuelta contra las élites que nos dirigen y que siempre han justificado su especial papel con un enorme desprecio hacia el pueblo que gobiernan. El todo para el pueblo pero sin el pueblo está engranado en la genética de la transición. De ahí la discriminación negativa que castiga al español frente a cualquier minoría emigrante en nuestro suelo. Sobre todo en materia de beneficios, en las escuelas, en los pisos sociales, en la seguridad social, etc.  Los Juanes, Rodrigos y Marías son siempre los últimos frente a los Mohameds, Usnavies o Karinas. Y todo porque nuestras queridas elites no tienen fricción ni contacto algunos con los emigrantes -salvo cuando los emplean como sirvientes o asistentes, Echenique incluido. Sus hijos van a colegios privados, viven en barrios selectos, disfrutan de su seguridad privada y no pisan la sanidad pública, salvo por accidente. No, lejos de preocupare por los españoles, nuestra elites los han vendido y traicionado. Y eso se tiene que acabar pagando en algún momento.

La política española es un gran teatro, una gran farsa y un gran fraude. Y los medios de comunicación, débiles como son, no hacen sino beber y comer de la mano de los líderes políticos, sea quien sea el que detente el poder. Sus ideas, su forma de entender la realidad, están conformadas por su relación con las elites dirigentes. Y se han vuelto no sólo insensibles a todo lo demás, sino defensores de un orden que hace agua por todos sus poros. La información ha sido sustituida por mera opinión y en ausencia del conocimiento necesario, por pura ideología. Ideologías efímeras como la moda.

Esa verdad que las nuevas tecnologías permiten tanto una irrupción del individuo en la esfera pública, como una más sofisticada represión y censura. Pero las redes se les escapa a los medios tradicionales. Y Vistalegre ha podido probar que también escapa al dominio de la izquierda, que ha hecho de las redes un arma perfecta de descalificación, demolición y represión. Eso también se ha acabado gracias a miles de españoles que no están dispuestos a dejarse amedrentar. La izquierda se basa en el miedo; la derecha tradicional en el chantaje. Pero lo que los españoles quieren es honestidad y que se les trate como lo que son, los constructores de la nación.

¿Y cómo se les ha podido escapar todo esto a nuestros ilustres medios y dirigentes?  Porque están anclados en los fantasmas del pasado, sin darse cuenta de que ya no quedan franquistas de bigotito negro y pelo engominado. Los asistentes de Vistalegre son gente normal, de toda condición, procedencia, género, educación y edad. Ni siquiera es sencillo encasillarlos en etiquetas de la vieja política, de derechas o izquierdas. Y mucho menos resultar serios calificándolos de fachas o nazis. La piedra no cae al suelo por su amor hacia éste. Pocas cosas tan patéticas como los dirigentes del Partido Popular condenando el populismo. ¿Qué llevan por nombre, pues?

Los españoles, cuando las circunstancias lo han exigido, se han levantado en defensa de su soberanía, libertad y futuro. Que la izquierda no consiguiera movilizar a los españoles y Franco muriese en su cama, les siguen traumatizando, porque pone de relieve el poco atractivo que tiene. Pero que la derecha tradicional se niegue a movilizar al pueblo español por España, va más allá de toda lógica. Y de ahí el éxito de Vox. Su defensa de la nación española frente a todos sus enemigos no sólo ha calado en miles de españoles, sino que ha hecho ver que otra política es posible. Hay otra opción a la resignación.

Cuando Margarita Robles dice que el abucheo a Pedro Sánchez el pasado 12 de octubre es un insulto contra todos los españoles, no puede estar dando más prueba de su confusión. Es el pueblo español es que considera un insulto tener que aguantar a Sánchez de presidente. Y es que nuestros políticos, como muchos medios, ven el mundo al revés.