Demócratas determinados a ignorar el progreso en Irak

por Mark Steyn, 22 de diciembre de 2005

El Senador Joe Lieberman, Demócrata por Connecticut, salió con una gran declaración acerca de Irak la semana pasada. ¿Oyó usted sobre ello? Probablemente no. Todo el mundo deliraba aún con su colega Demócrata, el Representante Jack Murtha, que matizó cuidadosamente que la posición respecto a Irak es: ¡Todos estamos condenados a menos que nos vayamos el próximo martes! (Cito de memoria).
 
Asimismo, el ejército norteamericano está 'averiado”, “exhausto” y “tirando con lo esencial”. Si la reacción a las observaciones de Murtha por parte de mis lectores militares es de desaire, tendrá que dar gracias por estar atascados en Irak y no en la plaza de parking del Congreso.
 
Diferir con Murtha es igual de aceptable en una sociedad educada, pero sólo si antes haces aspavientos durante 20 minutos acerca del “gran hombre que es” (como decía Rumsfeld) o lo “buen hombre” que es (como Cheney le llamó) o lo “buen hombre y gran hombre” que es (como Bush lo expresó). Nadie dice eso sobre Lieberman, especialmente en su propio bando. Y, mientras que los medios estaban impacientes por jalear a Murtha como el experto militar más incisivamente exhaustivo del planeta, evidentemente este tal Lieberman es algún don nadie a quien nadie presta atención.
 
He aquí el porqué. Su gran artículo sobre Irak se titulaba “Nuestras tropas deben quedarse”.
 
¿Y quién quiere escuchar eso? Los medios no, y ciertamente los colegas de Lieberman en el Partido Derrócrata no. Ser Joe Lieberman en el Partido Demócrata debe ser tremendamente solitario estos días. Cada vez que pone las noticias sale John Kerry vomitando monótonamente su más reciente postura pretzel[1]: Tal como lo entiendo, no pide una fecha de retirada fijada en firme 100 % segura -- como, por ejemplo, el 4 de febrero a las dos de la tarde; quedamos en la estación de autobuses de Bagdad con dos bolsas de equipaje. No se preocupe, no es como la clase turista de la TWA, podrá cambiar la fecha sin abonar un sobrecargo. Sino que Kerry vomita que necesitamos “fijar plazos” para la “transferencia de autoridad”. En realidad, la administración lleva dos años haciendo eso -- fijando fechas para la devolución de la soberanía, para elegir democráticamente una asamblea nacional, para aprobar una constitución, etc. y cumpliendo todas ellas. Y durante todo el tiempo de esos mismos dos años, Kerry y sus compañeros Demócratas han bufado que esas fechas son demasiado prematuras, los iraquíes no están en posición de tomar el control, celebrar unas elecciones, lo que sea. Los Derrócratas estaban en contra de los plazos antes de estar a favor.
 
Estos hombres huecos y tristes pueden salirse con la suya -- lo que significa que pueden lograr persuadir al pueblo americano de que una notable victoria en Oriente Medio es en realidad una derrota humillante. Sería un logro increíble. A Peter Worthington, columnista canadiense y veterano de la Segunda Guerra Mundial y de Corea, le gusta decir que no existe una guerra ganada impopular. La alianza Demócratas-medios de comunicación va directa convertir Irak en la excepción a esa norma. En cuestión de una semana, los iraquíes participarán en la competición política más abierta de la historia de Oriente Medio. Están levantando la sociedad más libre de la región y el único sistema verdaderamente federal. En las tres cuartas partes del país la vida nunca ha sido mejor. Hay un boom económico en el sur chi'í y un boom turístico en el norte kurdo, y, mientras que los únicos que hacen boom en el Triángulo Sunní son los terroristas suicida, hubo menos de ellos en noviembre que en los siete meses previos.
 
Mientras tanto, el experimento de libertad árabe en Irak ha tenido repercusiones más allá de sus fronteras, sacando a empujones a los sirios del Líbano en su mayor parte, y debilitando significativamente al régimen de Baby Assad en la propia Siria. Saad Eddin Ibrahim, que ha pasado años en prisión como defensor de la acosada democracia en Egipto, declaraba a Jim Hoagland, del Washington Post el otro día que, aunque se había opuesto a la invasión angloamericana de Irak, tenía que admitir que “ha descongelado Oriente Medio igual que la expedición de Napoleón en 1798. Las elecciones de Irak fuerzan a los teócratas y cleptócratas a meter la democracia en la agenda, aunque sólo sea para luchar contra nosotros. Mire, ni Napoleón ni el Presidente Bush pudieron fertilizar la región de cambio político. Pero fueron capaces de ser las comadronas”.
 
Los egipcios lo comprendieron, los iraquíes, los libaneses, los jordanos y los sirios también. La elección nunca es entre una acción arriesgada y un status quo -- es decir, dejar a Saddam en el poder, sanciones de la ONU y fuerzas americanas estacionadas en sus fronteras. Los fetichistas de la estabilidad en la Unión Europea y el Departamento de Estado no pueden entender que no existe status quo: las cosas siempre se mueven en alguna dirección y, si dejas a un dictador y a sus hijos psicópatas a cargo del negocio, y su fraude Petróleo por Alimentos intacto, y sus equipos de investigación y desarrollo nuclear en su sitio, las probabilidades se mueven a su favor.
 
Valió la pena derrocar a Saddam y lo valió de por sí. Derrocar a Saddam e intentar “alumbrar” (en palabras de Ibrahim) una sociedad libre valdría la pena incluso si se fracasase. Pero, como suele ocurrir, estoy seguro de que no fracasará, no sólo a causa de Bush, sino porque suficientes iraquíes -- chi'íes, kurdos, y hasta cifras significativas de sunníes -- están determinados a impedir que fracase.
 
Y aquí es donde queda clara la jugada de Bush. El Islam y “Occidente” tienen una larga historia. Y, sin traer a colación de nuevo el último siglo y medio, la conquista musulmana de Europa y después las Cruzadas, y la caída de Andalucía, si usted coge un mapa del mundo y examina el auge de los imperios europeos, observará una cosa curiosa: al conquistar el mundo, las potencias imperiales en su mayoría simplemente pasaron por alto el mundo islámico. Convirtieron África y Asia del Sur y Latinoamérica y las demás partes en bastiones del poder europeo, pero Oriente Medio aparte. E, incluso cuando intentaron poner sus manos en la región con el tiempo, tras la Primera Guerra Mundial, no hicieron ninguna tentativa seria de reformar el vecindario. Hoy vivimos las consecuencias de eso.
 
Así que Bush ha elegido embarcarse en un proyecto del que se ha abstenido cualquier otra gran potencia del último medio siglo: la transformación de Oriente Medio. Usted puede discutir los méritos de eso, pero una vez que está en marcha, sugerir que necesitamos tenerlo todo envuelto para regalo para el 24 de enero es ridículo. La pérdida de proporciones por parte de los Derrócratas es indigna de un partido político serio de la única superpotencia del mundo. En las elecciones de la semana que viene, el pueblo iraquí les dejará de nuevo en evidencia.

 
Mark Steyn escribe sobre política, arte y cultura y sus textos se pueden leer en en medios de habla inglesa en todo el mundo. Es columnista de The Chicago Sun-Times, el quinto diario más leído en America, también aparece en The New York Sun, The Washington Times, y The Orange County Register en California. Mark realiza colaboraciones habituales para The Jerusalem Post.
 
© Mark Steyn, 2005
 
 
Notas


[1] El pretzel es una galleta salada de origen judío cuya forma recuerda al símbolo hippie de la paz.