Siria y los acuerdos de Munich

por Javier Gil Guerrero, 19 de febrero de 2016

El cese de hostilidades acordado entre Estados Unidos y Rusia el pasado 12 de febrero en Múnich podría haber supuesto un verdadero punto de inflexión en el conflicto sirio que tras cinco años de guerra civil lleva ya cobradas medio millón de víctimas mortales. Respaldado por el grupo de 17 naciones que conforman el Grupo Internacional de Apoyo a Siria, el cese de hostilidades negociado en el acuerdo tiene pocos visos de prosperar. Esto quedó patente en las declaraciones del ministro de exteriores ruso Sergei Lavrov nada más firmar el acuerdo, cuando dejó claro que Rusia seguiría bombardeando las posiciones de grupos terroristas en Siria. Dichos ataques quedarían amparados en una enmienda del cese de hostilidades que permite la continuación de la ofensiva contra Jabhat al-Nusra y el Estado Islámico (EI) u otros grupos considerados terroristas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

El problema es que, al contrario que Obama (quien restringe escrupulosamente los bombardeos a dichos grupos), Putin ha desarrollado la costumbre de usar el término terrorista con gran flexibilidad y elasticidad. Si en los partes oficiales del ejército ruso el cien por cien de los objetivos atacados en Siria son terroristas, en la práctica sólo un tercio de los mismos han estado dirigidos contra al-Nusra o el EI. El grueso de los bombardeos rusos ha estado y sigue enfocado en la maraña de grupos rebeldes sirios menos radicales, algunos de los cuales respaldados por Occidente (hasta que Rusia empezó a atacarlos). Con ello, si Putin sigue el patrón de actuación que ha venido desarrollando desde el pasado septiembre, lo más probable es que continúe bombardeando la resistencia siria a Assad con la excusa de que son terroristas o miembros del EI. Lo único que aporta el acuerdo de Múnich es que ahora Rusia tendrá la cobertura diplomática para hacerlo sin violar el cese de hostilidades.

¿Y por qué Putin iba a detener los bombardeos ahora? Al fin y al cabo, las fuerzas de Assad (respaldadas por Hezbolá e Irán) se encuentran en medio de una ofensiva exitosa contra los rebeldes en Alepo. La segunda ciudad siria está a punto de ser completamente rodeada por las fuerzas de Damasco y la situación de los rebeldes sitiados es cada vez más desesperada. Las tropas del régimen sirio, en conjunción con las milicias kurdas, están también a punto de desalojar a los rebeldes de la frontera con Turquía en el norte del país, cortando de una vez por todas una de las mayores vías de abastecimiento del movimiento rebelde. Toda ésta ofensiva, que marca un punto de inflexión en el conflicto sirio, ha sido posible gracias al incremento de los bombardeos rusos. De completarse satisfactoriamente la ofensiva (con el cerco completo a Alepo y la toma de la frontera con Turquía), el movimiento rebelde quedará por completo estrangulado y aislado. No es de extrañar que tras la firma del acuerdo de Múnich las fuerzas rusas en Siria hayan pisado el acelerador e intensificado dramáticamente los bombardeos contra los rebeldes. La victoria está al alcance de la mano y hay que apresurarse antes de que entre en vigor el cese de hostilidades.

Aquí es donde queda al descubierto el segundo mayor fleco del acuerdo de Múnich: el cese de hostilidades acordado no es inmediato ni automático. Estados Unidos accedió a conceder un periodo de dos semanas antes de la entrada en vigencia del alto el fuego. En la práctica, esto ha supuesto dar carta blanca a los aviones rusos y las tropas de Assad para completar la ofensiva antes de iniciar el cese de hostilidades. Para cuando éste llegue ya no será prácticamente necesario, pues los rebeldes no tendrán la fuerza necesaria para plantear una seria resistencia (Y en el caso de que la tengan, como hemos visto, Putin tiene el amparo para seguir atacándolos sin violar el acuerdo).

El gran interrogante es cómo John Kerry ha accedido a firmar tal acuerdo y sucumbir al cinismo ruso. Tal y como ha denunciado John McCain, el cese de hostilidades de Múnich no es más que papel mojado, diplomacia al servicio de una agresión militar en contra de los intereses de Estados Unidos. ¿Era éste el mejor acuerdo que se podía obtener tras ocho horas de negociación? No hay duda que la apertura de corredores humanitarios para el envío de alimentos y medicinas a la población civil situada en zonas bajo control rebelde es un elemento positivo. Pero no tiene mucho sentido abrir vías de abastecimiento a civiles atrapados cuando Putin y Assad están a punto de rodear completamente a 400,000 civiles en Alepo. Si la ofensiva está encaminada a establecer un asedio completo a la ciudad, es de esperar que las condiciones de los civiles encerrados en ella empeore dramáticamente, haya alto cese de hostilidades o no. Y el sentido de un asedio es acorralar la población sitiada, por lo que es poco probable que una vez cercado Alepo Assad vaya a permitir la apertura de corredores humanitarios. Con lo que la paradoja que se está dando ahora mismo es el de la apertura limitada de ciertos corredores a la vez que las tropas de Damasco trabajan infatigablemente para aislar a núcleos de población todavía mayores (siguiendo la política aplicada por el ejército sirio a los núcleos urbanos rebeldes de “rendición o hambruna”).

El teatro político de Múnich sólo ha servido para mostrar la debilidad norteamericana. Kerry ni siquiera ha sido capaz de introducir en el documento acordado el término “alto el fuego” sino el más ambiguo y débil legalmente “cese de hostilidades.” Éste término es de carácter más limitado y temporal que el del “alto el fuego” y la insistencia rusa de usarlo en el documento habla por sí sola. También es llamativo que el acuerdo no contempla ningún mecanismo de sanción en el caso de darse alguna violación del cese de hostilidades. Tampoco contempla el establecimiento de un organismo o institución neutral para supervisar su implementación o velar por su cumplimiento. El acuerdo tampoco ha sido suscrito por Assad ni por los rebeldes.

Resulta llamativo que Kerry haya accedido a anunciar el acuerdo en Múnich, dados los claros precedentes históricos. Obama ha sido comparado con Chamberlain en numerosas ocasiones y su política exterior ha sido criticada como de apaciguamiento. Resulta extraño que haya elegido precisamente Múnich para anunciar otro supuesto acuerdo de paz tan endeble y ambiguo, un espejismo sólo servirá para consolidar la posición rusa en las futuras mesas negociadoras.