Abolir el impuesto sobre la renta

por Jeff Jacoby, 9 de enero de 2008

(Publicado en The Boston Globe, 30 de diciembre de 2007)

El día de las elecciones de hace cinco años, 885.683 ciudadanos de Massachusetts votaron en referendo vinculante a favor de abolir el impuesto sobre la renta de Massachussets. El nivel de apoyo del 45% sorprendía al estamento político del estado, que habría contado con que la cuestión se hundiera en una ignominiosa derrota, no más allá de unos cuantos puntos porcentuales de aprobación.
 
Así que cuando la líder libertaria Carla Howell lanzaba una nueva iniciativa a comienzos de este año por deshacerse del impuesto sobre la renta [ http://www.smallgovernmentact.org/ ], las fuerzas interesadas dejaron claro que esta vez harían todo lo posible por desacreditar la iniciativa.
En agosto, el Comíte de Howell para el Gobierno Reducido presentaba su lenguaje electoral actualizado [ http://www.boston.com/news/local/articles/2007/08/02/activists_again_propose_vote_to_end_income_tax ], y Michael Widmer, de la Fundación de los Contribuyentes de Massachusetts [ http://www.masstaxpayers.org/ ] no perdía tiempo en mofarse de ella. La propuesta de Howell es 'absolutamente irracional', resoplaba Widmer. 'Esencialmente está intentando derogar el siglo XX'.
 
Sin inmutarse, los partidarios de la derogación del impuesto recogían 100.000 firmas en peticiones preliminares, muy por encima de la cifra necesaria para avanzar la medida. Así que el gobernador Deval Patrick está poniendo el acento en la retórica. La semana pasada declaraba a Associated Press que eliminar el impuesto de la renta es 'simplemente una idea estúpida' que devastaría por completo Massachusetts.
 
'Patrick dice haber vivido en lugares sin impuestos, incluyendo el tiempo pasado en Darfur hace 30 años', informaba Steve LeBlanc, de AP. 'Afirma que tampoco había puentes, ni buenas carreteras, y ninguna seguridad pública allí. 'La civilización cuesta', dice. 'Si pudiéramos obtener algo a cambio de nada, que es la ficción que nos llevan vendiendo algún tiempo ya, entonces no tendríamos una reserva de gasto para carreteras y puentes de 19 mil millones de dólares''.
 
Si esa es la mejor defensa de Patrick para preservar a perpetuidad el impuesto estatal sobre la renta, tal vez no debería poner la etiqueta 'estúpido' con tanta facilidad.
Para empezar, Massachusetts no sería 'un lugar sin impuestos' sin el impuesto de la renta a las personas físicas. Sería un lugar con impuestos corporativos de la renta, impuestos a las ventas, impuestos de propiedad, impuestos a los combustibles, impuestos a los alimentos, impuestos a la hostelería, impuestos a los artículos de comercio interior, impuestos a las pensiones de los trabajadores, impuestos estatales, impuestos a los beneficios de capitales, impuestos del tabaco, el vino y el alcohol], impuestos a los vehículos motorizados e impuestos a las ventas inmobiliarias, por no mencionar los impuestos ('licencias') que se imponen a un amplio abanico de profesiones y ocupaciones. Los 11 mil millones de dólares recaudados en impuesto de la renta a las personas físicas suponen apenas el 40% de los ingresos del estado. Elimine eso y el gobierno de Massachusetts aún se financia con más de 16 mil millones de dólares al año. Eso no es exactamente 'sin impuestos'.
 
Tampoco es Darfur precisamente. Qué comparación más desvergonzada. Ni siquiera Patrick puede creer de manera plausible que la miseria y el horror de Darfur están provocados por una gravación fiscal insuficiente. Un referendo vinculante para derogar el impuesto estatal sobre la renta no es una invitación a elegir entre la vida cotidiana tal como la conocemos hoy o la vida de la pobreza, la ausencia del estado de derecho y la guerra. Que Patrick sugiera que esos son los riesgos es tan ridículo como vergonzoso.
 
'La civilización cuesta', dice el gobernador, haciéndose eco de la sentencia de 1904 de Oliver Wendell Holmes: 'Los impuestos son el precio que pagamos por una sociedad civilizada'. Tal vez. Pero últimamente en Massachusetts, los impuestos son también el precio que pagamos por la corrupción en el proyecto del megatúnel de la interestatal 93, por pensiones a los funcionarios públicos que rayan en lo delictivo, por campos de golf propiedad del estado, y por escuelas públicas que no dan más de sí. Los impuestos más elevados tampoco son ninguna garantía de una sociedad más civilizada.
 
Cuando Holmes defendía los impuestos como el precio de la civilización, no había impuestos estatales de la renta ni impuestos federales. Massachusetts no empezó a gravar los ingresos hasta 1916; durante gran parte de su historia, el Bay State sobrevivió -- y hasta vibró -- sin un impuesto sobre la renta. Conforme la propuesta vinculante de Howell siga adelante, los fanáticos del miedo advertirán con histerismo que votar positivamente nos sumergirá de lleno en la Edad Media. Al igual que todos los adictos, aquellos enganchados a los impuestos elevados están aterrorizados ante la perspectiva de abandonar su droga. No pueden imaginar lo mejor que se sentirán cuando aprendan a vivir sin ella.
 
La eliminación del impuesto estatal sobre la renta reduciría el gasto gubernamental en alrededor de 11 mil millones de dólares, reduciendo el presupuesto más o menos a donde se encontraba en 1995. Pero esos 11 mil millones de dólares no se perderían. Volverían al sector privado -- de vuelta a las manos de los hombres y las mujeres que los ganaron, y que es mucho más probable que los gasten, inviertan o donen de manera inteligente que la hinchada burocracia del estado a la que van ahora.
 
Nueve estados Alaska, Florida, Nevada, New Hampshire, Dakota del Sur, Tennessee, Tejas, Washington, y Wyoming carecen de cualquier impuesto sobre la renta. En el 2008, Massachusetts tiene otra oportunidad de ser el 10.