Bush e Irak. Zapatiesta bagdadí

por GEES, 22 de diciembre de 2008

Falló Muntadher al-Zaidi y Bush salió airoso y con estilo, aunque no haya estilo para concedérselo. Siempre cuesta reconocer prendas y gentes abundan que no tienen clase para hacerlo. Muchos siglos de frustración ha padecido el mundo islámico y muchas penurias sigue sufriendo, bajo propios y extraños, como para pasar por alto una tan áurea oportunidad de regodeo. Luego están los antibushistas profesionales del entero mundo, maestros odiadores, que no han cejado en su porfía por trazar las múltiples vidas paralelas de Bush con Hitler… y con Hitler y con Hitler, no fueran a degradar con inmerecida comparación a Stalin, Mao, los Kim padre e hijo o al propio Sadam, todos malos, pero sin llegar al extremo. Prueba: no les tocaron tanto a nadie los pies como para que les tiraran zapatos.
 
El ínclito Muntadhar el-Zaidi, amén de dos zapatos en buen uso, dejó dos frases para la posteridad, a frase por zapato, ambos a dos cronológicamente apareados. “Este es un regalo de los iraquíes; Este es el beso de despedida, ¡perro!” y la no menos enjundiosa “Esto de parte de las viudas, huérfanos y  todos los que fueron asesinados en Irak”. Es de bien nacidos indignarse por los asesinatos y digno de admiración protestar incluso con riesgo de la propia vida, lo que no ha sido el caso. Cuando lo era, en tiempos de Sadam, Muntadhar, árabe suní, era baasista, el partido del déspota, de los que mataban y siguieron matando a sus compatriotas hasta la actualidad, aunque de momento menos, gracias a Bush, lo que al parecer ahora no le hace gracia. En su casa, su repentina celebridad nos ha hecho saber, venera un retrato del Che, de quien se cuenta que fue responsable de 14.000 ejecuciones, algunos centenares personalmente, según testigos presenciales.
 
Cinética aparte, tan enjundiosas aportaciones verbales a la sangrienta historia del Oriente Medio se merecen una dosis de exégesis. “Este es un regalo de los iraquíes”. Grandioso, pero algo inexacto. Los árabes suníes de Irak han tenido la fea costumbre de considerar que el país son ellos, cuando apenas si llegan al 20 %. Los kurdos, otro 20% a lo sumo, suníes pero no árabes, los odian, porque han sido víctimas, en todas la modalidades del arte de matar, gaseado incluido, y por muchas docenas de miles, de la vesania de Sadam y los suyos, y claro está, no se sienten conformes, con lo que no sólo han recibido a los americanos con los brazos abiertos, sino que además quieren que se queden. Los árabes chiíes, alrededor del 60%, musulmanes, pero olímpica o más bien koránicamente despreciados por los suníes, y masacrados sin piedad cada vez que alzaban la cabeza, se sienten muy satisfechos de la liberación que Bush les aportó, aunque bastantes, un número que fluctúa según las circunstancias, no estén en modo de agradecimiento, convencidos de que los americanos se lo debían, a consecuencia de una supuesta traición de Bush padre. Bastantes también, y también fluctuando a tenor de los acontecimientos, tienen prisa de que los extranjeros se marchen, para disfrutar de su nuevo poder mayoritario y ajustarle las cuentas, es de temer que despóticamente, a los despóticos minoritarios que durante siglos los han oprimido, aunque en realidad nunca han visto la situación suficientemente propicia de inmediato y siempre han preferido aplazarlo al año que viene si Dios quiere.
 
Bush se ha desvivido por crear concordia, consenso y reconciliación nacional y ahora son muchos los líderes suníes que se sienten más seguros si los americanos establecen una base permanente en su territorio. De hecho, las tropas de Washington consiguieron parar la guerra civil entre sectas, y de no ser por ello el mismo Muntadhar, prisionero de milicias chiíes durante varios meses, se hubiera quedado sin zapatos mucho antes e incluso sin pies que calzar. Pero para verlo hace falta cierta claridad mental que no está al alcance de todas las almitas confundidas del Oriente Medio.