La depravación moral de Naciones Unidas

por Anne Bayefsky, 23 de junio de 2006

El martes, el Presidente Bush se reunía con el Primer Ministro israelí Ehud Olmert en la Casa Blanca al mismo tiempo que el expresidente Jimmy Carter recibía a la Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Louise Arbour, en Atlanta. La diferencia entre los dos enviados, ambos viajando bajo el estandarte de los derechos y las libertades, no podría ser mayor.
 
El 12 de mayo, Arbour difundía una circular de prensa que causaba estupefacción. En el contexto de un mensaje acerca del 'deterioro de la situación en el territorio palestino ocupado', Arbour destacaba: 'El creciente número de vidas perdidas, ya sea como resultado de asesinatos selectivos o de atentados suicida, misiles de fabricación casera o fuego de artillería, es inaceptable'. La funcionario de más alta graduación de Naciones Unidas en materia de derechos humanos no sabe distinguir entre un atentado suicida y matar al futuro suicida o a sus jefes. Ella no sabe discernir las diferencias entre los misiles dirigidos contra casas o escuelas israelíes de Gaza, y el fuego de artillería procedente de Israel dirigido contra las rampas de lanzamiento o las lanzaderas.
 
En realidad, ni en una sola ocasión de su extensa declaración Arbour menciona el terrorismo o la autodefensa. Por el contrario, explícitamente describe su objetivo como 'hacer que las partes en conflicto detengan este nuevo ciclo de violencia'.
 
La depravación moral del mensaje de Arbour resuena por todo el sistema de la ONU. Este mes, el representante palestino en la ONU, Riyad Mansour, difundía dos cartas al Consejo de Seguridad de la ONU. La primera, fechada el 5 de mayo, contiene 'los nombres de los Mártires asesinados por las fuerzas de ocupación israelíes' (énfasis añadido). Incluido en la lista aparece Sami Salim Mohmed, el terrorista suicida palestino que asesinó a once personas y que hirió a 66 en un puesto de comida rápida en Tel Aviv el 17 de abril. Diez días más tarde, el 15 de mayo, el representante en la ONU difundía otra carta enumerando como 'un mártir' a Elias Ashkar. El ejército israelí había buscado y eliminado con éxito a Ashkar, el hombre responsable de la fabricación de la bomba de Tel Aviv y de despachar al terrorista.
 
Los mensajes de Mansour también encontraron su objetivo. Tras el atentado de Tel Aviv, el Consejo de Seguridad de la ONU entraba en negociaciones acerca de si condenar el atentado. Pero no se pudo alcanzar un acuerdo, ni siquiera para la rueda de prensa. Qatar, miembro del Consejo, rechazaba el consenso necesario. Apenas una semana después, sin embargo, el Consejo no tenía dificultad en adoptar una declaración presidencial condenando 'en los términos más firmes', como 'actos terroristas' los atentados en el balneario egipcio del Mar Rojo.
 
El Secretario General de la ONU Kofi Annán está igualmente hecho un lío. A finales de abril, publicaba el primer informe de la historia acerca de 'Una estrategia global de contraterrorismo'. Una primera lectura exhaustiva del informe terminaba el pasado viernes. Annán decidía enterrar completamente la cuestión de la definición de terrorismo, puesto que no existe ningún denominador común dentro de algún marco de la ONU que cuente como familia a los estados patrocinadores del terrorismo. Lo que Annán sí lograba incluir no obstante, era una extensa sección llamada 'Tenemos que afrontar las condiciones que conducen a la explotación por parte de terroristas'. En esta sección, animaba 'tenemos que ser vigilantes frente a la difamación de religiones', sugiriendo la adopción de 'códigos de conducta voluntarios para los periodistas que cubran el terrorismo' -- lenguaje en código para censura.
 
Como era de esperar, 'Las condiciones que conducen a la explotación por parte de terroristas' de Annán condujo rápidamente al ataque contra la ocupación extranjera. No queda muy lejos de la táctica islámica usual de desviar la atención, el fenómeno de las causas raíz. Annán se esforzó al máximo por amparar a los terroristas y la inspiración de sus protégés; ofrecía, por ejemplo, 'conflicto violento', 'pobre gobierno', 'falta de oportunidades paritarias', 'paro juvenil', 'marginación', y 'alienación'. Habiendo explorado los motivos para odiar, exhortaba a los miembros de la ONU a 'disuadir a los terroristas potenciales de elegir el terrorismo desde el principio'. (Las bendiciones limitadas se reservan para los Talibanes, al-Qaeda y sus socios'.
 
El informe del secretario general oculta el hecho de que el trabajo en la convención exhaustiva contra el terrorismo en la ONU ha llegado a un punto muerto, porque la Organización de la Conferencia Islámica ha rehusado convocar otra reunión. Omitido asimismo es el hecho de que el principal organismo antiterrorista de la ONU, el Comité de Contraterrorismo, nunca ha nombrado a un solo terrorista, organización terrorista o estado patrocinador del terrorismo. Pero Annán tiene la solución para el futuro del Comité: 'Animo a las organizaciones relevantes a seguir construyendo en tal sinergia entre las diversas entidades'. ¿Se siente ya más seguro?
 
La depravación y el engaño en la ONU a la hora de combatir el terrorismo debe enviar una señal clara tanto al Presidente Bush como al Primer Ministro Olmert: las soluciones a sus problemas comunes no pasan por la ONU. No pasan por confiar en una resolución seria del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Irán. No pasa por esperar que la U.N. Relief and Works Agency (UNRWA) salve a los palestinos de las consecuencias de haber dotado de poder a asesinos y racistas, y a los que les representan. No pasa por imaginar que el Cuarteto de Oriente Medio encabeza negociaciones justas y equilibradas.
 
El multilateralismo encabezado por la ONU no es ni un sustituto para la dirección, ni un vehículo para ganar la guerra.

 
 
Anne Bayefsky es profesora de la Facultad de Derecho de Columbia especializada en Derecho internacional y la convención de derechos humanos, y es miembro permanente del Instituto Hudson. Fue la primera mujer en doctorarse simultáneamente en dos universidades, la Universidad de Toronto y la Universidad de Oxford.