PP bueno, PP malo

por Rafael L. Bardají, 22 de enero de 2019

La convención del PP no ha podido resultar más convencional para querer ser el inicio de una nueva etapa: Rajoy por un lado, Aznar al otro, y Pablo Casado en el centro de la ecuación. Con todo, su problema no es casar a Rajoy con Aznar o viceversa, pues al fin y al cabo, esas son batallitas del pasado. Su problema sigue siendo la falta de credibilidad de su proyecto. Rajoy está de vuelta en su notaría y Aznar, como lo emplazó malévolamente Montoro, en sus negocios, pero Núñez Feijó está liderando su partido en Galicia, con plaza y mando y, quien sabe, quizá con un ojo en Madrid. Por no decir del nuevo presidente de la Junta de Andalucía, Moreno Bonilla, sorayista de toda la vida que en las primarias del PP puso a todo su aparato en contra del actual presidente de su partido y que, ha llegado a donde ha llegado, no lo olvidemos, gracias a la generosidad de Vox, cuyos votos han sido vitales para su aupamiento político. Incluso en el seno de su equipo Casado mantiene a personajes como Javier Maroto, quien seguramente se encontraría más cómodo con la nadería de Mariano Rajoy que con los diagnósticos de José María Aznar.

Con todo, lo más grave no es que el PP de Casado contenga el blanco y el negro, lo bueno y lo malo, el PP de siempre, el de Rajoy y el nuevo, independientemente de que las diferencias de opinión sean graves y profundas. Lo más graves es que el nuevo PP nace caduco y obsoleto. 

A los que ya tenemos cierta edad nos hace gracia ver a los cachorros de la política española echar mano de los “indiscutibles” grandes de la política contemporánea, entre ellos Ronald Reagan y Thatcher, de quienes suelen saber apenas unas frases, las más de las veces sacadas de contexto o de wikipedia, que para eso parecen haber quedado los negros que les escriben los discursos. “Más Reagan y menos Trump” parece que ha dicho el presidente del PP. No me extraña, sólo me apena. 

Para empezar muestra lo prisioneros que están los “renovadores” del PP de su propio pasado ideológico: en España no hay conservadurismo, porque eso, desde Fraga, no se lleva, a lo máximo que aspira la llamada derecha española es a ser liberal. Y como liberal se equipara a ser librecambista, Reagan es el top frente a un nacionalista como Trump. Pues déjenme decirles que están muy equivocados. Ronald Reagan era primero americano y después todo lo demás. En 1985 el tan citado líder de Occidente dio un discurso, que casi nadie quiere citar, en el que dijo textualmente: “Creo firmemente que si el comercio no es justo para todos, el comercio es libre sólo en nombre. No me quedaré quieto y ver cómo los negocios de los americanos fracasan por culpa de prácticas comerciales injustas o abusivas por parte de potencias extranjeras. No me quedaré sentado viendo cómo los trabajadores americanos pierden sus empleos debido a que otras naciones no obedecen las reglas del juego”. Y pocos recuerdan las tarifas comerciales que introdujo Ronald Reagan para proteger la industria automovilística norteamericana de la japonesa, por ejemplo. Mientras el PP esté en manos de quien ve en la globalización el mayor de los beneficios para la Humanidad con mayúscula, seguirá poniendo a los españoles con minúscula. Y eso parece que a los españoles de a pie ha dejado de gustarle.

Y el liberalismo de su filosofía política contamina todo cuanto se dice. Otro ejemplo es el tema de la inmigración. El PP de siempre, como el de ahora, ha abrazado la inmigración, legal e ilegal, sin poner trabas u orden a la misma. Baste recordar unas pocas cifras: en la España de 1996, cuando el PP llega por primera vez al poder, había censados entre nosotros 542.314 extranjeros (la mayoría europeos); en 2014, cuando es desalojado del poder, había algo más de 5 millones, todos vistos como la mano de obra y el consumidor que iba a tirar de nuestra economía. El PP de Rajoy, como el de siempre, a pesar de la crisis económica que azotaba a los españoles, y a pesar de las altísimas tasa de paro entre la población inmigrante, permitió que el flujo neto de inmigrantes aumentara en casi medio millón mientras se mantuvo en el poder. El supuesto nuevo PP de Casado habla de que no podemos permitirnos traer a más inmigrantes, pero se va a hacer la foto con unos pobres desgraciados que han pisado España de manera ilegal, “porque todos somos humanos”. Se olvida deducir que serán los españoles quienes sostengan a la Humanidad con esa lógica.

Y podría dar más y mejores ejemplos. Recurriendo al estado de las autonomías, al fin y al cabo, desarrollado hasta su esperpento en los años del PP de siempre. Bajo el PP de Rajoy se dio un salto mortal que alentó el separatismo, al no entender que éste no es un proceso meramente de transferencias económicas. Pero eso lo dejaré para otro día.

Que hoy baste con mi conclusión del cónclave del PP: lo más parecido a la archifamosa canción de Mina, “Parole, parole, parole”. Y es que lo que el actual equipo del nuevo PP no alcanza a entender es que el tiempo de los discursos ya pasó. Hace años que lo que importa es la acción. Y la acción en defensa de España y su integridad; en defensa de los españoles por encima de cualquier otro; de la libertad y de la igualdad entre nuestros conciudadanos no la ha llevado a la práctica el PP, viejo, nuevo o por nacer. Ha sido Vox quien ha estado en las trincheras y en la primera línea de fuego. Y si el equipo actual del PP quiere creer en el refranero español, yo le recomiendo que se olvide de recurrir a aquel que dice “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Porque el PP es el gran desconocido de todos estos años. El conocido es otro y se llama Vox.