VOX y la locura nacional

por Rafael L. Bardají, 10 de enero de 2019

Cuando el martes por la tarde Vox hizo publicas sus propuestas a discutir con el Partido Popular de cara a una posible investidura como presidente de la Junta de Andalucía de Moreno Bonilla, no hubo comentarista o medio que se mofara, insultara o calificara al partido dirigido por Santiago Abascal de irresponsable, concluyendo que, en realidad, lo que se quería era boicotear el cambio en Andalucía. Un día después, las mismas caras  y voces, comprobada su nula capacidad de anticiparse a la realidad,  acusan a Vox de bajarse los pantalones y renunciar a puntos como la derogación de la ley de violencia de género, pero también se asustan porque el PP (y, por ende, el gobierno bipartito de PP y Ciudadanos) asume buena parte de lo planteado por Vox. Está visto que en España los tertulianos y analistas, desde La Cope a El País, han dado con el secreto de la ubicuidad intelectual y pueden mantener dos líneas der pensamiento contradictorias al mismo tiempo, sin ruborizarse. El caso es estigmatizar a Vox bien por supertontos, bien por superlistos.

 

Honestamente, nada debiera escandalizarme en un país que ha perdido por completo el sentido de la realidad. Hace nada, un mismo periódico de tirada nacional, uno de esos que se cree respetable a pesar de no dejar de perder lectores, titulaba “Un hombre mata a su hijo arrojándose con él en brazos por la ventana” y poco después, “muere una mujer al arrojarse al vacío con sus dos hijos en brazos”. Matar y morir, esa es la cuestión. Varón, asesino; mujer, inocente. Y todos los niños muertos. Quienes tanto critican el uso de la noticias falsas no se escandalizan del sesgo que introducen en sus noticias, que las vuelven tan falsas como cualquier otra mentira. O con sus silencios. Por ejemplo, si un violador es de origen español, se dedicarán a aventar con todo lujo de detalles su procedencia, vida y fechorías, incluso perseguirán a su familia para obtener unas impactantes declaraciones. Pero cuando la manada, como la de Callosa, es de origen extranjero, silencio absoluto. Es un problema cultural, se dice para no criminalizar a los inmigrantes que son criminales porque han cometido uno o más delitos. Pero nadie se atreve a sacar la consecuencia lógica: incluso en culturas teóricamente cercanas a la nuestra porque compartimos la misma lengua, hay profundas diferencias sobre el trato debido a las mujeres y el valor de la vida. ¿No será lógico que a estos españoles de pasaporte se les privara de una nacionalidad que no se merecen?

 

No digamos cuando la supuesta cultura del inmigrante es bien lejana –o incluso antitética- a la nuestra. Las supuestas virtudes de la diversidad cultural que tanto le gusta a nuestra izquierda de momento sólo se ha traducido en un aumento de la inseguridad ciudadana y en un incremento del gasto público insostenible. Y lo que es peor, en detrimento directo de las ayudas a los españoles necesitados. Esos, se supone, por quienes debería velar por encima de todo el Estado español, tan dado a la beneficencia con el dinero de los contribuyentes. Ay, pero insinuar tal cosa es de fascistas. Asesinar a golpes a un viandante por el mero hecho de vestir unos tirantes con la bandera española es de izquierdas y liberador. Recordemos, lamentablemente, que hace poco más de un año, en diciembre de 2017, Víctor Laínez era asesinado en Zaragoza por ese motivo, algo que nadie en el PP o Ciudadanos ha querido rememorar. Ser español no parece compatible con ser víctima cuando no es ETA la que mata. Otra ficción más. Podemos, ya se sabe, está en otras cosas. Ayer lo dijo alto y claro, muy teatralmente, Irene Montero: tiene miedo tras comprobar que su “trillizo reaccionario” les deja fuera de toda influencia en el gobierno andaluz. La señora de Galapagar no puede convivir con los señoritos andaluces. Falsedad, cinismo, engaño, todo vale y todo es lo mismo. Ocultación y negación de la realidad. Y ya no estamos en un chiste de borrachos que no se enteran que están bajo la luz de una farola; estamos en el delirio de un enfermo mental. Colectivamente.

 

Para Podemos, la política es la guerra por otros medios. Sin prisioneros y hasta la victoria (o la derrota) total; para Ciudadanos y PP, se ha visto otra vez con las negociaciones sobre Andalucía, la política es un teatro, se finge, se exagera, se actúa, se confunden personajes y realidad. El objetivo, que nadie se levante de su patio de butacas y continuar con la función otra temporada más. Y luego está Vox, para quien la política, tal como se juega en la España actual, no es más que un instrumento para llevar adelante una batalla cultural contra las malas ideas. Porque las malas ideas tienen como resultado, siempre, malas políticas. La virtud que ha aportado Vox en todos estos días, ha sido dejar desnudas y expuestas las malas ideas de la izquierda que ha hecho suyas, consciente o inconscientemente, el centro derecha tradicional español. Que el PP defienda con inusitada convicción que al hombre, por el mero hecho de haber nacido varón, le corresponda una pena mayor que a una mujer por el mismo, repito, por el mismo delito, creo que es significativo; Que Ciudadanos se pliegue con normalidad a dictados de personajes, como el Presidente de Francia quien le exigía no salir en la foto con Vox, también. Yo, desde luego, no me imaginaba ser un vulgar apéndice de París. Creí que los pactos de familia eran cosa del pasado. 

 

Creo que a Vox, con su presencia en este circo en el que vivimos, hay que agradecer que aporte un granito de realidad y honestidad. Alguien tiene que recordarnos lo que somos. En realidad.